Amazonas. Embarcarse en una aventura.
Embarcarse en el río Amazonas es sí o sí una aventura. Os contamos algunas cosas del trayecto entre Pucallpa y Belém que pueden ser útiles para vuestro viaje.
♦ PUCALLPA – IQUITOS POR EL RÍO UCAYALI (PERÚ):
Elegimos el puerto de Pucallpa como punto de partida por la lectura del libro de Javier Reverte. Es el puerto principal de más fácil acceso en el Perú amazónico. Se llega o bien por tierra (muchas horas en autobús desde Lima atravesando los Andes), o bien en avión: un par de horas desde Lima, y la primera impresión del Amazonas, desde el aire, eso no te lo puedes perder. Es el momento en el que comienzas a comprender a dónde te diriges: la magnitud, la grandeza, la excelencia de la Amazonía. La selva, indómita, impenetrable, imperturbable. La serpiente-madre, poderosa, que se abre paso triunfante, infatigable. En el Amazonas nada envejece. Selva y río son jóvenes aun siendo viejos. La lozanía de su vitalidad y coraje contradicen su origen milenario; es la sabiduría del diablo, la que nunca alcanzará el ser humano.
Pucallpa es una puerta entreabierta a la selva en esa muralla verde que recorre la orilla del río. 7 millones de km2 de selva están detrás de ese muro infranqueable. ¡Dios mío!, más allá de la orilla existe otro planeta, en el que la jerarquía de las especies cambia, y el ser humano baja su escalafón hasta el infierno.
En la ciudad de Pucallpa no falta entretenimiento, aunque no es especialmente atractiva. Llegar al puerto es impresionante. Y no porque te invada la emoción de embarcarte, sino porque por primera vez tienes delante aquel río prodigioso del que te hablaban en el colegio. La vida portuaria parece afanosa: el tránsito de barcos, abarrotadas cargas y descargas de estibadores, el anárquico ir y venir de personas, los olorosos puestos de comida, un continuo intercambio de gestos, tratos y mercancías,… y de repente, eres consciente de algo que llevas observando desde que llegaste: no hay puerto, es sólo una orilla, la orilla del río Ucayali. Entonces comprendes porqué los barcos peruanos tienen esa proa plana, al estilo de los clásicos barcos del Misisipi, que les permite atracar en la arena fangosa. Así son todos los puertos de Perú y algunos de Brasil.
Las aguas del río Ucayali arrastran la memoria del Valle Sagrado de los Incas, descendiendo desde el volcán andino Mismi, donde brota la fuente más lejana que da origen al Amazonas. El recorrido por este río entre Pucallpa e Iquitos es la parte que más nos gustó del viaje.
Seis días tardamos en llegar a Iquitos. Tiempo suficiente para comenzar a entrever en qué aventura te has embarcado. El lanchón pone fin a su trayecto en esta ciudad. Tienes que cambiar de barco. Merece la pena detenerse en Iquitos. Se come bien y apetece pasear. No perderos el barrio de Belén y el mercado Belen, la interesante arquitectura del hierro de la época de Eiffel, y los alrededores de Iquitos.
♦ LA TRIPLE FRONTERA: SANTA ROSA (Perú) – LETICIA (Colombia) – TABATINGA (Brasil):
En la última parte del trayecto, antes de llegar a la Triple Frontera, viajas por un Amazonas mestizo, como la gente que habita sus riberas. La orilla norte colombiana, la sur peruana, hasta desembarcar en esta zona de la amazonía donde se encuentran tres países: Perú, Colombia y Brasil.
En el paso fronterizo de Santa Rosa te despides de Perú. Sellas tu pasaporte y cruzas andando o bien a Leticia (Colombia), un lugar muy controlado por la policía y los militares, o, si vas a continuar tu viaje por el Amazonas, cruzas a Tabatinga (Brasil), ciudad auténticamente de frontera, un verdadero descontrol. Aconsejamos dormir en Colombia y al día siguiente cruzar a Brasil para coger otro barco. La estancia en Leticia durante 24 horas no necesita visado.
♦ 3000 KM DE AMAZONAS BRASILEÑO:
Algo cambia en la triple frontera. El Amazonas entra en Brasil y parece tener otro talante más propio de la tópica idiosincrasia brasilera, que nada tiene que ver con la peruana. Los peruanos son mucho más tranquilos y el tránsito por su Amazonas es calmo. Los brasileños son mucho más agitados, y el tránsito por su Amazonas es de talante festivo. Curiosamente, en los barcos peruanos no venden cerveza, sí en los brasileños. Parece que va en el carácter.
De la Triple Frontera a Manaos son 5 días de distancia con sus 5 noches. Más de 1500 km a una velocidad media de 20 km por hora. El río no ayuda mucho, parece no caminar, y las canoas se enganchan a los barcos para avanzar.
A Manaos llegamos de noche. Impresionante encontrar esa gran ciudad en la Amazonía, y ese puerto inmenso, que sorprendentemente es de agua dulce. Su historia es muy interesante, y su origen: la fiebre del caucho anunciando una enfermedad crónica: la insensatez de la civilización. Hay que visitarla.
Casi otros 1500 km quedan de Manaos al océano Atlántico. Allí mismo en la ciudad, se produce la desembocadura de las aguas del río Negro, que durante cientos de kilómetros fluye sin mezclarse con la corriente del Amazonas. Navegas por dos aguas encontradas, hasta que poco a poco se convierten en una; vence el Amazonas, ahora con las orillas lejanas, que se distancian en ocasiones hasta 20 km.
Nos tomamos un descanso de 3 días en Santarém, estirar las piernas, como se suele decir, y echar unas carreras más allá de popa a proa. Exactamente estuvimos en Alter do Chao, en la desembocadura del río Tapajos. Turístico, pero para una descanso frugal viene muy bien. Un lugar de playa de arenas blancas que impresiona porque cuando te adentras en el “mar”, es agua dulce, pero tu cabeza asocia instintivamente playa con mar, y continúas asombrándote. Por supuesto que te has pasado los días en el barco pensando en bañarte en el Amazonas. Pero no, no apetece bañarse. O sí, si apetece pero uno no sabe y no se atreve. Da la impresión de que sus aguas son tan espesas como en la propia selva. Cuando miras a lo lejos, hacia el horizonte, el espejo amazónico refleja el cielo; un vano espejismo, porque oculto bajo ese reflejo acuático, discurre otro mundo. A la imaginación la salpican pirañas, anguilas eléctricas, anacondas, caimanes negros, o el minúsculo candiru,… y uno desconfía de ese mar tan dulce. Pero ¿cómo no te vas a bañar en el Amazonas? Alter do Chao fue el lugar que elegimos para satisfacer ese deseo. A lo largo del trayecto encontrarás otros lugares donde poder bañarte.
♦ EL RÍO MAR: LA DESEMBOCADURA
Habíamos leído sobre el pororó-ká, también que el Amazonas penetra el Atlántico con su agua aún a 100 km de la costa, nos habían hablado de la isla Marajó, y en fin, tocaba una excursión organizada por la desembocadura del río, que parten desde Belém do Para. Pero Chronos cayó enfermo, con fiebres altísimas y una fuerte conjuntivitis que nos retuvieron 4 días en cama. Tras su recuperación, decidimos irnos a descansar a la playa de Algodoal. El viaje había sido agotador, y sin embargo, el alma había rejuvenecido.
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